lunes, 9 de abril de 2007

América Latina ante la Revolución Industrial y la Globalización


¿De qué manera se inserta América Latina en estos dos procesos? La respuesta requiere un estudio profundo, pero nuestra primera aproximación es que la inserción de América Latina en la Revolución Industrial se dio desde la periferia y hoy en día al insertarse a la globalización lo está haciendo en las mismas condiciones. ¿Qué es lo que pasó y que es lo que está pasando? ¿Qué lecciones podemos aprender de la Revolución Industrial que nos ayuden a vislumbrar salidas a aquella subalternidad a la que América Latina está sujeta?

Todo esto está marcado por el hecho que América Latina aún no se ha dado poco tiempo para pensarse a sí misma y definir una identidad particular sólida que marque su posición en el mundo. Desde la perspectiva socialista con Fidel y el Che Guevara a la cabeza y la teoría de la dependencia algunos pasos se han dado, pero se han queado estancados.

A lo largo del siglo XIX la mayoría de países latinoamericanos logró su independencia en términos políticos. Sin embargo, a nivel económico América Latina siguió asumiendo el papel de exportador de materias primas que generó inestabilidad, guerras y conflictos e indudablemente enriqueció a un pequeño grupo de oligarcas en cada nación. Las naciones latinoamericanas vivieron el vaivén del comercio internacional y sufrieron gravemente su inestabilidad y sus nocivos términos de intercambio.

En 1898 España perdió sus últimos territorios en América. Los EE.UU. se irguieron como la potencia del momento, desplazando lentamente a Inglaterra. La crisis del Imperio Británico y el surgimiento de los Estados Unidos generaron un nuevo momento de reflexión política y filosófica para América Latina. Esta es la época de la llamada segunda industrialización, en la cual se produce una crisis del capital inglés y un ascenso del capital norteamericano en el comercio y en la industria mundial. Estados Unidos, al transformarse en el centro económico y comercial del mundo, arrastró tras de sí a las economías exportadoras latinoamericanas. Se fueron soldando así una serie de nuevos compromisos ideológicos, políticos y económicos entre las elites latinoamericanas y el poder estadounidense. Sin embargo, hay que reconocer que la relación estadounidense latinoamericana ha permitido a ésta última ciertos márgenes de decisión y autonomía importantes, pues los términos de esta relación jamás serán los mismos que los de la situación colonial ni los del dominio inglés, ya que los espacios políticos logrados por las naciones latinoamericanas obligaron a una redefinición del papel político del centro mundial donde el juego político y el acuerdo con las elites latinoamericanas pasó a ser decisivo. Un claro ejemplo de esto en el Perú se dio en la época del guano, en donde los países industrializados tuvieron que transar con la elite peruana para poder explotar este recurso que era valiosísimo en la producción agrícola. De allí que una buena parte de los problemas de América Latina recaiga principalmente en las elites gobernantes y no exclusivamente en las fuerzas externas .

La industrialización latinoamericana supondría una emancipación y una competencia crecientes, pues América Latina ya tenía establecida una ubicación y era difícil modificarla. Se necesitaba la presencia de una burguesía industrial, pero lamentablemente ella era insignificante en esa época. No obstante, el proceso de industrialización se desarrolló manteniendo las economías agro-exportadoras o minero-exportadoras en lo fundamental .

América Latina se encuentra hoy, a inicios de la globalización, en una situación similar a la que pasó al iniciarse la industrialización, pues se están dando cambios importantes a nivel mundial que están modificando la manera cómo estaba organizado el mundo; hemos pasado de un mundo bipolar a un mundo multipolar en donde el destino del mundo se decide por el consenso de los distintos bloques de poder existentes; por eso, éste es un momento oportuno para reflexionar sobre lo que une a América Latina, y con una propuesta de conjunto poder posicionarnos de una manera diferente en este reordenamiento y poco a poco superar la condición de subalternidad.

La visión de que el capitalismo contemporáneo, conducido por las codiciosas y abusivas naciones occidentales en Europa y América del Norte, ha establecido reglas de comercio y relaciones empresariales que no sirven a los intereses de los pueblos más pobres del mundo nos está llevando a una la proliferación de los movimientos antiglobalización en todo el mundo. Creo que esta es una visión maniquea del problema y no va al fondo del asunto. El simple hecho de estar en contra o a favor de la globalización es ya un error porque la globalización es un proceso en curso que requiere una evaluación profunda y de la cual es posible aprovechar sus aspectos positivos.

En este sentido, coincido totalmente con la posición de Amartya Sen que dice que confundir la globalización con occidentalización no es sólo una visión antihistórica, sino que distrae la atención de los muchos beneficios potenciales de una interacción global. Él nos dice que la cuestión central de la disputa no es la globalización en sí, ni tampoco el uso de los mercados como institución, sino la falta de equidad en el balance total de los arreglos institucionales, lo que provoca una distribución muy desigual de los beneficios de la globalización. De esta manera, Sen es claro al señalar que la pregunta no es solamente si los pobres también ganarán algo con la globalización, sino si pueden obtener su parte justa de la ganancia y oportunidades igualmente justas. En este sentido, existe una urgente necesidad de reformar las disposiciones institucionales, al igual que las instituciones nacionales, con el fin de vencer los errores de omisión y de obra que tienden a dar a los pobres del mundo oportunidades tan limitadas.


Referencias:
  • Agusto Castro, Quinientos años mirando hacia fuera, ODYSSEUS, 1998.
  • Amartya Sen, ¿Cómo juzgar la globalización? La Jornada, México, Febrero 2002.

Globalización y Revolución Industrial


La comparación de estos dos proceso nos puede dar luces para comprender mejor el momento que estamos viviendo actualmente, salvando las distancias de época y de contexto, claro está.


El principal cambio que generó la Revolución Industrial fue el pasar de una economía agrícola tradicional a otra caracterizada por procesos de producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala. Esta honda transformación comenzó en Gran Bretaña (1760-1830). Por aquella época, el perfeccionamiento de la máquina a vapor de Watt (1763), el telar mecánico de Cartwright (1785) y las innovaciones de la siderurgia , fueron inventos que dieron lugar a la concentración de la mano de obra en las fábricas , el crecimiento de los centros industriales, la división del trabajo y la aparición del capitalismo.

La Primera Revolución Industrial supuso una profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más inmediatos se produjeron en los procesos de producción: se transformó cómo y dónde se producía, e incluso lo que se producía. El trabajo se trasladó de la fabricación de productos primarios a la elaboración de manufacturas y servicios. El número de productos manufacturados se incrementó de manera espectacular gracias al aumento de la eficacia técnica. La aplicación sistémica de nuevos conocimientos tecnológicos y una mayor experiencia productiva favoreció la creación de grandes empresas en áreas geográficas reducidas. Esta Primera Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor urbanización y, por tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas.

Los cambios más importantes que esta revolución dio lugar afectaron a la organización del proceso productivo. Las fábricas aumentaron su tamaño y modificaron su estructura organizativa. En general la producción empezó a realizarse en grandes empresas o fábricas en vez de pequeños talleres domésticos y artesanales, aumentó la especialización laboral. Su desarrollo dependía de una utlización intensiva de capital y maquinarias destinadas a aumentar la eficiencia productiva. La aparición de nuevas máquinas y herramientas de trabajo especializadas contribuyeron a incrementar los niveles de producción. La mayor especialización y aplicación de bienes de capital a la producción industrial creó nuevas clases sociales en función de quién contrata y quién tiene la propiedad de los medios de producción.

Como la Revolución Industrial se originó en Gran Bretaña, este país se convirtió durante un buen tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo. Sin embargo, durante los siglos XIX y XX se produce la llamada Segunda Revolución Industrial caracterizada tanto por el desarrollo de nuevas tecnologías físicas y químicas como por su expansión hacia otros países.

La Segunda Revolución Industrial florece en medio de la era de la energía eléctrica , que comienza con los descubrimientos de Michael Fáraday (1814), continúa con las aplicaciones prácticas de la química (utilización de los fertilizantes plásticos, celulosa, etc.) y la física, particularmente la nuclear, que rivaliza con la química en las aplicaciones prácticas. Como lo hemos mencionado, de la mano con esta Segunda Revolución Industrial se produce una expansión revolucionaria que le quita el monopolio a Inglaterra. Los estudiosos parecen estar de acuerdo en que Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos experimentaron procesos parecidos a mediados del siglo XIX; en Suecia y Japón se produjo a finales del mismo siglo; en Rusia y en Canadá a principios del siglo XX; en algunos países de latinoamérica, Oriente Próximo (Asia central y meridional) y parte de África a mediados del siglo XX.

Cada proceso de industrialización tiene características distintas en función del país y la época. Al principio, la industria británica no tenía competidores. Cuando se empezaron a indutralizar otros países tuvieron que enfrentarse a la ventaja acumulada por Gran Bretaña, pero también pudieron aprovecharse de su experiencia. En cada caso, el éxito del proceso industrializador deprendía del desarrollo de nuevos métodos de producción, pero también de la modificación de las técnicas utilizadas para adaptarlas a las condiciones imperantes en cada país. Adicionalmente, el Estado juega un rol fundamental al promulgar legislación que reducía aranceles permitiendo a la importación de maquinarias a muy bajo costo. El lamentable costo social de esta política estatal es que perjudica a otros sectores sociales como los campesinos, que veían como sus productos debían competir con similares importados y más baratos. Lo cierto es que políticas públicas de ese tipo fueron importantes para el éxito industrial británico y mucho mayor aún en el caso alemán, ruso y japonés durante el siglo XX.

El proceso de globalización también está marcado por transformaciones económicas determinadas por avances tecnológicos. Hoy el cambio fuerte no se da en términos de los procesos de producción, pues aún el modelo económico imperante es el capitalista. El cambio fuerte de estos últimos 20 años es el increíble desarrollo de las tecnologías de la información que permiten una extensión de los mercados y las empresas a tal punto que sobrepasan las fronteras nacionales. Así como la Revolución Industrial no se puede entender sin tener en cuenta los grandes inventos anteriormente mencionados, la globalización no puede ser entendida sin dos grandes hechos: el gran desarrollo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y la mayor movilidad internacional de las personas . El inmenso poder con el que hoy en día cuentan reconocidas empresas transnacionales, es producto del impacto de estos dos hechos en sus procesos productivos.

El qué, cómo y dónde se produce ha cambiado drásticamente. Lo que producen las transnacionales de mayor influencia mundial, en su mayoría, son productos relacionados con el almacenamiento y procesamiento de información. Es muy significativo que, según un estudio realizado por la consultora Hay Group en el 2000, seis de las diez mejores empresas del mundo ofrecen productos relacionados a las comunicaciones . Además, en ese mismo año William H. III Gates fue el número uno en el ránking de las personas con más dinero en el mundo; esto es muy relevante, pues él es el creador del imperio Microsoft, empresa dedicada a la producción de software para computadoras, que en suma está orientado a almacenar y procesar información.

Si nos detenemos a observar el cómo, podremos ver que estas empresas ya no necesitan gran cantidad de obreros concentrados en un solo lugar, como en la época industrial, pues con computadoras, unos cuantos empleados lo suficientemente capacitados y obreros diversificados a lo largo del mundo a muy bajo costo pueden desarrollar sus procesos de producción mucho más barata y de mayor calidad. Finalmente, si nos fijamos en dónde se lleva a cabo este proceso, veremos que no existe un lugar específico, da lo mismo que sea China, India o Taiwán, lo importante es en qué lugar las persona están dispuestas a trabajar por un menor sueldo. La producción es por partes y en diferentes países; luego, estas partes se unen y dan como resultado el producto final.

En la globalización los cambios más importantes se están dando a nivel de conocimientos. Si bien la tendencia de los mercados y empresas a extenderse sobrepasando fácilmente las fronteras nacionales es un hecho eminentemente económico, éste está marcado por la fluidez y rapidez con la que hoy la información es enviada de un país a otro. No obstante el sistema que marca el paso de la economía mundial sigue siendo fundamentalmente el capitalista, heredado de la Revolución Industrial. El uso de capital y herramientas de trabajo especializadas de producción y la presencia de un mercado de bienes y servicios en el cual se llevan a cabo las transacciones de estos productos, siguen siendo elementos clave en la dinámica de la economía mundial, sin embargo las orientaciones son otras.

La preocupación ya no es el producir la mayor cantidad de productos en serie; en lugar de producir en cantidad, estas empresas se preocupan por la calidad y variedad de sus productos y en qué medida estos se ajustan a los gustos y necesidades de determinados grupos de personas. Los productos van dirigidos específicamente a las personas, aquella gran producción para las masas ha quedado fuera de lugar, acentuándose la concepción que el sujeto y objeto económico es individual y no colectivo.

En vista de que los cambios producidos hasta la fecha no han trastocado el corazón del sistema capitalista, podemos constatar que nos encontramos ante un proceso de globalización, sí, pero podría considerarse como una Tercera Revolución Industrial, marcada por el desarrollo de las TICs y la mayor facilidad de movilidad internacional.


Referencias:
  • "Revolución Industrial", Enciclopedia Multimedia Durvan
  • "Revolución Industrial", Enciclopedia Microsoft® Encarta®